Cuando se aproxima el primer aniversario de mi estancia por tierras euskaldunas, parece buen momento para refrescar una de las razones que hicieron que acabara por aquí.
Un año más, tras pasar un no tan corto e intenso mes de vendimia se iban acumulando las ganas de hacer algo interesante, estimulante o simplemente algo que no fuera cortar racimos o estar en el pueblo viendo como el invierno hacia sus reservas en el Airbnb de nuestras manchegas casas.
A todo esto se sumaba el hecho de hallarme en el proceso de búsqueda activa de empleo, con tantas ganas de volver a currar como de no volver a currar.
Como diría Carlos Puebla, «Y en eso llegó Fidel Álvaro y se acabó la diversión», llegó el muchacho y me ofreció un viaje en moto (yo de paquete, obviamente). Un viaje, que fuimos transformando poco a poco en interestatal y multinacional; La Mancha, Serranía de Cuenca, Aragón, Francia, Pais Vasco y Castilla.
Se venía el primer gran viaje del motero, como tal, y el primero tras mi primer Gran Viaje (así en mayúsculas).
Pero, joder, dejémonos de mierdas y vayamos a las fotos:
Perpetrados como soldados prusianos en la Primera Guerra Mundial (si éstos hubieran comprado en los chinos sus atuendos) salimos desde el cargado-de-historias huerto de Álvaro.
Todo iba bien hasta que pasados dos minutos empezó a llover, para lo cual no estábamos bien preparados (quién iba a esperar semejante fenómeno metereológico a finales de octubre…) por lo que tuvimos que parar en Quintanar. Poliki, poliki, beti aurrera.
Con más pausas que prisa nos dirigíamos al pueblo de Albarracín, pasando primero por las impresionantes serranias de Cuenca y Albarracín que en pleno Otoño, con sus chopos multicolores, hicieron el mejor inicio de viaje posible.
Visita al pueblo, duchaza, ropa seca y cenaza para rematar el día.
Bien prontico, al día siguiente, nos pondríamos en ruta a mi querida Zaragoza, pasando antes por Belchite, al cual le tenía ganas desde hace más de 3 años. ¡Vamos!
Esí, la cara de sueño no nos la quitaba ni el fresquito viento matutino (con la forma de un pepino)
Tras una emotiva visita a los restos de un pueblo machacado por los fascistas en la Guerra Civil, nos pusimos rumba a la ciudad del viento, co!
De eso no hay fotos, ni falta que hace. Igual es tarde pero gracias a todas las que os animasteis a tomar una birra, vernos o alojarnos, se os quiere.
Día 3, con medio país de Aragón recorrido por la 400 four, nos poníamos rumbo al Alto Aragón ¿Destino? la frontera, Canfranc.
Por tanto, nuestros rudimentarios sistemas de impermeabilización necesitaban una puesta a punto, que Huesca no da tregua. Antes de parar a ver a los Alaines y Llanos nos equipamos cuales investigadores epidemiológicos.
(Si, es foto del móvil, pero necesitaba documentarlo)
Alain, que vas a perder el bus!
Día 4: ¡Salíamos para Francia! Atravesando los Pirineos cual cuadro de Napoleón, pretendíamos llegar, al final del día, a Pais Vasco. Buen sobo nos esperaba.
La diferencia idiomática nos convertía en amebas motorizadas capaces, sólo, de intuir mensajes y explicaciones, no obstante, pudimos gozarla en sitios tan jodidamente franchutes cómo estos:
Retrato de Álvaro, de frente (vamos, como todos)
Poco a poco íbamos intuyendo los lauburus, eguzkilores, montes verdes y costas surferas. Biarritz y San Juan de Luz como lugares para estirar las piernas y recibir algún que otro reconocimiento y admiración Cafe-Racero. Se hacía de noche y el cuerpo nos pedía sidra, nueces y a ser posible un chuletón. Llegamos a HondarribiK.
Recuperados del susto nocturo en forma de ticket de cena, nos despertamos, dimos un garbeo por el pueblo y nos pusimos rumbo a Zarautz y Donosti (si, ya sabemos que no es el orden lógico, dejadnos en paz)
Distinguireis las fotos que no están hechas por mí, aparte porque aparezco yo, porque no están muy bien sacadas…
Llegamos a Donosti, y nos alojamos gracias a la hospitalidad de Irene, Fer y sus míticas sábanas bordadas.
Pintxo-pote, recuento con querida gente adulta, vueltas varias, satisfactorias entrevistas de trabajo y visitas a los encantos de Donostialdea.
Aquí viene un bonito popurrí de fotos varias:
Dobles exposiciones locas:
Encarábamos los dos últimos días de viaje y no nos queríamos ir sin pisar, aunque fuera brevemente, Bilbo. Aquí nos toca agradecer a Sara su hospitalidad y a Maria e Iker su compañía. El revelado de la foto se volvió to loco, pero aquí va la última foto por tierras vascas.
Salir de Donosti y dormir en Miranda de Ebro, en plena Castilla, nos dejó tan descolocados que tuvimos que cenar contundente comida local para aterrizarnos. Por ello y sólo por ello.
Sólo nos faltaba cruzar toda la meseta norte rumbo a la capital del Estado, donde nos dispersaríamos, uno para la Mancha y otro para Zaragoza.
Finalmente acabaría consiguiendo trabajo en Donosti (donde sigo).
De una forma u otra, el viaje nos cambió o al menos nos hizo avanzar. ¿Hacía donde? pues para donde cal, aurrera.
Con la última foto del carrete que hice desde el Samar volviendo al pueblo os dejo hasta la siguiente entrada del blog.
¡Agur amigxs!
Yeahh!, buena entrada, me ha resultado divertida, emocionante y entretenida. Además de tener un poco de drama, también contiene una obvia historia de amor homosexual dentro de un contexto, donde está presente el derecho a la autodeterminación de los pueblos sin amenaza militar.
P.D:: que no se te pase tanto tiempo sin publicar,
¡no dejes de hacer lo que te gusta hacer!